La ministra de Educación porteña participó del Congreso TICMAS y consideró a la pandemia como una oportunidad para repensar modelos de enseñanza y revisar los los roles que ocupan docentes y estudiantes
Repensar modelos de enseñanza, incentivar nuevos perfiles de docentes, potenciar habilidades blandas y fortalecer el vínculo con el mercado laboral. Fueron algunos de los conceptos que vertió Soledad Acuña, ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, durante el Congreso Internacional de Innovación Educativa (#CongresoTICMAS), que se llevó a cabo en la Ciudad de México.
En una entrevista con Infobae, Acuña consideró como insuficiente la reapertura escolar tras el cierre por la pandemia. Dijo que es tan solo un primer paso y que, de ahora en más, implementarán un programa de tres años para recuperar los aprendizajes pendientes.
“Cualquier jurisdicción o persona que crea que porque se abrieron las aulas ya es suficiente, está profundamente equivocada. Todos los que trabajamos en educación sabemos el enorme daño que significó este año y medio aún en la Ciudad de Buenos Aires que tuvo clases todos los días para todos los chicos. Tenemos que lograr sacar la educación de la grieta, dejar de discutir quién puso plata, quién no puso plata y empezar a discutir los temas fundantes que tienen que ver con la formación inicial docente, la formación continua, los recursos pedagógicos en el aula y la cantidad de días y horas de clases para que todos tengan oportunidad de aprender. Hay que en serio empezar a acordar sobre estos puntos porque si no las diferencias entre jurisdicciones solamente se van a marcar cada vez más y como país no vamos a tener destino”, señaló.
-¿Puede ser una oportunidad este momento para repensar modelos de enseñanza, para dejar de hablar de asegurar contenidos y empezar a asegurar capacidades o competencias?
-Absolutamente. También es el momento para hablar en serio de la relación entre la escuela y el mundo del trabajo. La pandemia destruyó la economía, destruyó los puestos de trabajo que conocíamos, sumado a las transformaciones que la tecnología venía imponiendo. Necesitamos volver a vincular la escuela con las habilidades necesarias para el mundo del trabajo y la producción.
Es un momento para discutir no qué enseñamos, sino cómo enseñamos, cómo enseñamos a enseñar porque cuando se cierran las puertas del aula -lo vimos en el año de pandemia- es cuando se juega todo. Aquí pongo un énfasis en los procesos de alfabetización y cómo enseñamos a leer y escribir a nuestros estudiantes, cómo enseñamos matemática y hacemos que realmente se vuelva una herramienta para la vida y no como conceptos aislados que memorizamos. Es un momento para que la escuela forme para el mundo del trabajo. Podemos discutir un montón de cosas, pero la educación tiene que servir para que esa persona aporte a la sociedad en la que se está desarrollando.
Soledad Acuña consideró que los chicos egresan sin las habilidades blandas necesarias para el mundo del trabajo
-A los chicos que hoy terminan la secundaria, ¿qué cree que les falta para insertarse en el mercado laboral plenamente?
-Hay un conjunto de habilidades de las que todos hablamos y que las empresas nos lo dicen todos los días, que son las habilidades blandas. Esa capacidad de adaptarse a un ámbito laboral, de tener una comunicación asertiva, de trabajar en equipo y resolver problemas, de cumplir un horario, de tener rutinas y hábitos. Para lo que es exclusivamente la Capital nos falta -y estamos poniendo un fuerte eje a partir del año que viene- inglés. La Ciudad crece a partir de las empresas que trabajan con lo digital en la industria del conocimiento. El inglés es la herramienta básica para poder desempeñarse.
-¿Hay una brecha entre las carreras que eligen los chicos y las que necesita la Ciudad?
-Necesitamos alinear el deseo, las expectativas y despertar vocaciones científicas y tecnológicas. Nuestros estudiantes siguen eligiendo carreras que no necesariamente les va a generar luego oportunidades laborales. Si vos mirás el ranking de carreras elegidas en las universidades nacionales, vas a ver que todas son carreras tradicionales o vinculadas con lo social y para el caso de CABA necesitamos más vocaciones científicas y tecnológicas. Tenemos que trabajarlo desde el jardín de infantes, no en quinto año con un test de orientación vocacional o con una charla de un profesional. Eso se trabaja desde el nivel inicial, ayudando a los chicos a tener pensamiento computacional, a disfrutar del pensamiento lógico matemático, ayudando a las chicas a ver qué referentes mujeres hay que se dedican a la ciencia y tecnología. Queremos que se imaginen creadores de tecnología y no solamente usuarios.
-¿Hay también lugar para repensar los lugares que ocupan docente y alumnos en las aulas, teniendo en cuenta que son chicos que saben muchas cosas que el maestro no? Especialmente en términos de manejo de la tecnología.
-Hay varios planos. Por un lado, tenés a los docentes que ya están, que enseñan hoy en las escuelas. Con ellos se trabaja en dos líneas: primero con capacitación continua. Pasamos de 20 horas de capacitación obligatoria a 100 horas anuales para todos los docentes de primaria y los profesores de las secundarias del futuro. Con ellos trabajamos en el lugar en el que se posiciona uno para poder enseñar. De qué manera nos comunicamos y provocamos a los estudiantes para que aprendan lo que queremos enseñar. Pero además de la capacitación, el otro punto importante son las reglas de juego: cómo se estructura la caja horaria, cómo se proponen las estrategias desde el diseño institucional. En la nueva secundaria los docentes tienen compromisos de clases interdisciplinarias en las que tienen que trabajar a través de proyectos, resolviendo problemas.
-¿Y con los docentes que vienen?
-Nosotros creemos que tiene que cambiar el perfil de los docentes que egresan tanto de los institutos como de la universidad que hemos creado, que hoy tiene 4 carreras de formación. El nuevo perfil que buscamos no tiene que ver con los contenidos, sino con la forma en que provocamos el conocimiento, desde qué lugar nos paramos, con qué herramientas lo hacemos y qué rol le damos al estudiante en ese proceso. Esa discusión extendida es la que debería darse más allá de la grieta. Si seguimos formando docentes como en el siglo XIX, es imposible que formemos a chicos para las habilidades del siglo XXI.