Hay una frase que me encanta: «La calidad de un sistema educativo nunca será superior a la calidad de sus docentes»1. Toda transformación educativa debe comenzar con los docentes.
Por eso, con mi equipo supimos desde el primer momento que si estábamos dispuestos a cambiar las cosas en serio debíamos adaptar el perfil docente a los desafíos actuales y del futuro y profesionalizar la carrera docente.
Por un lado, era necesario que repensáramos la formación inicial, es decir, mejorar la manera en la que enseñamos. Nos enfrentábamos con desafíos del siglo XXI, pero seguíamos formando docentes para el siglo XIX. Todo el mundo sabía que teníamos un problema. Comunidad educativa, sindicatos, especialistas, expertos en política pública, docentes: todos coincidíamos en la necesidad de repensar el perfil docente.
Decidida y confiada en que la decisión estaba respaldada por la evidencia, en 2018 presentamos en la Legislatura el proyecto de creación de la Universidad de la Ciudad, que planteaba un nuevo paradigma de formación docente. Buscábamos desarrollar un modelo renovado de educación superior que contemplara innovación, flexibilidad y responsabilidad social, que formara en capacidades y en trabajo interdisciplinario y que incluyera una fuerte impronta digital.
La resistencia de un sector politizado del sistema educativo fue muy grande, y para mí y mi equipo un proceso muy desafiante. Todos los días nos preguntábamos si lo que hacíamos valía la pena. Y todos los días terminábamos con la certeza de que sí, de que estábamos seguros de que íbamos en la dirección correcta. Era una de esas transformaciones de fondo que cuestan, pero que valen la pena.
Hoy, la Universidad de la Ciudad es una realidad: ya tiene más de 1.000 estudiantes y siete carreras, todas ellas vinculadas con los desafíos que tenemos como Ciudad. Es una institución viva, que busca aportar y promover el desarrollo económico y social de la Ciudad con foco en los docentes.
Por otro lado, era necesario trabajar en el desarrollo profesional docente y en los incentivos que tienen a lo largo de su paso por la escuela. Hacer de la docencia una carrera atractiva y estimulante es clave para atraer a los profesionales más preparados y motivados, y con ellos garantizar los aprendizajes de nuestros estudiantes.
Como con la formación inicial, nos enfrentábamos a un desafío igualmente complejo: debíamos reformar el Estatuto del Docente, un desafío que nadie había encarado en 60 años. Desde un primer momento, sabíamos que era fundamental hacerlo a través del diálogo y del consenso. Así, en 2017 comenzamos un proceso participativo que se extendió durante más de 5 años mediante el cual conversamos con más de 15.000 docentes y directivos de todas las escuelas de la Ciudad.
Finalmente, y después de ese gran consenso, en 2022 presentamos y se aprobó en la Legislatura la modificación del Estatuto del Docente. Con esa reforma, hicimos algo histórico: les dimos más peso al mérito y a la formación en el ascenso en la carrera docente y brindamos la posibilidad de que los docentes más preparados pudieran crecer salarial y profesionalmente sin tener que salir del aula.
Nada de todo lo que hacemos es posible sin los docentes. Mejor dicho, nada de lo que pasa en la escuela sería posible sin los docentes, que con su profesión tienen la posibilidad de transformar realidades.
1: Francesc Pedró, UNESCO.