Hace unos días retomo mi actividad en el Ministerio de Educación de manera presencial. Y volví cargada de emociones, con el enorme desafío de conciliar mi vida laboral y personal. Es un equilibrio aún difícil de conseguir, especialmente porque mi hija Lola es aún muy chiquita. Pero también soy consciente del enorme privilegio que tengo al poder hacerlo de esta forma.
Sé muy bien que esta no es la realidad de la mayoría de las mujeres en nuestro país, que tienen que sacrificar su carrera profesional por la maternidad o posponer su maternidad para crecer profesionalmente. Esto tiene que cambiar, y vuelvo con este compromiso, que no es nuevo, pero si lo encaro con nuevas energías y más convicción que nunca. Estoy convencida de que el crecimiento económico de nuestro país es con nosotras.
Hace unos años lo normal era que los hombres fueran quienes salieran a trabajar, y las mujeres sean quienes se quedaran trabajando en casa, y a cargo del cuidado de los hijos. Hoy en día, cada vez más las mujeres buscan desarrollar su vida profesional, y es entonces cuando se encuentran con el desafío de balancear el trabajo y la maternidad.
Según un informe de CIPPEC, las responsabilidades que tienen las mujeres dentro del hogar se reflejan en su desarrollo profesional: casi el 90% de los varones trabajan o buscan trabajo, pero menos del 50% de las mujeres en edad de trabajar lo hacen.
Según otro informe del mismo organismo, publicado a fines de 2021, antes de la pandemia el 68% de las madres entre 16 y 59 años participaban en el mercado laboral, un porcentaje menor al de las mujeres que no tenían hijos (73%). Además, el informe explica que el porcentaje de madres activas laboralmente disminuye cuanto más y más pequeños son sus hijos. Por otro lado, el informe observa que mientras que los padres tienen una tasa de actividad del 97% en el mercado laboral, los hombres sin hijos tienen un porcentaje de 90%.
Este mismo informe también explica que durante la pandemia, a mediados de 2020, se registró una disminución en la actividad laboral de las madres, la cual fue de once puntos porcentuales en comparación con el cierre del año 2019, ya que en ellas recaía la tarea del cuidado de los hijos que no estaban yendo a la escuela. Esta caída implicó un retroceso proporcionalmente mayor para las mujeres con hijos porque ya partían de un nivel menor de participación laboral. Por otro lado, la participación laboral de las mujeres sin hijos siguió un patrón similar al de los hombres.
A fines de 2020 la economía comenzó a reactivarse, y también lo hizo progresivamente la recuperación en los indicadores agregados de empleo. No obstante, las mujeres madres siguieron viéndose perjudicadas por las consecuencias negativas de la pandemia, ya que tuvieron una recuperación significativamente más lenta que el resto.
La pandemia puso en mayor evidencia las diferencias entre las mujeres que son madres, las que no lo son, y los hombres.
Aunque hemos logrado grandes avances, todavía queda mucho por hacer en términos de equidad de género, y sobre todo por aquellas de nosotras que elegimos tener hijos. Un ejemplo de eso es que la brecha salarial entre hombres y mujeres es cada vez mayor en nuestro país y en 2022 la diferencia fue la más alta en diez años, según datos del Ministerio de Trabajo.
Y no es una cuestión de mérito ya que la evidencia demuestra que, en posiciones similares, las mujeres tenemos más formación que los hombres.
Estas son las discusiones que necesita la Argentina que viene. No podemos avanzar en el camino del progreso y del crecimiento económico cuando la mitad de la población todavía encuentra muchísimas barreras para participar activamente en el mercado laboral.
El progreso se alcanza con la participación de todos, con la enorme fuerza, capacidad y talento de las mujeres también. Porque además de ser lo que corresponde, es estratégico para el desarrollo. Y la maternidad no puede ser un impedimento.
Tomé la decisión de ser mamá nuevamente porque apuesto a que una Argentina mejor está llegando. Tenemos un futuro brillante por delante y voy a trabajar para que así sea.
Lola es otro de mis motivos para tener la esperanza de que es posible, porque quiero que viva en un mundo donde no se cuestione su libertad de elegir. Lo quiero para mi hija, y lo quiero para todas las mujeres y niñas de la Argentina.